Hace un año en mi disco duro(*) no hay más que Linux. Meses antes lo compartía con Win XP, hasta que lo deje de usar tanto que ya casi ni tenía que usarlo. Mi primera incursión con Linux fue hace 5 ó 6 años (ya llevaba tiempo queriendo probarlo). Cayó a mis manos una copia de Mandrake pero no funcionó. Y como me pico el bicho me hice de Red Hat que sí se instaló. Sin embargo problemas de soporte, espacio en el disco duro, etc. me hicieron olvidar de Linux. Por un tiempo solamente, hasta que me tope con Ubuntu. Linux había progresado bastante. Lo suficiente como para que un novato (su seguro servidor) pueda hacerlo funcionar. Y Ubuntu (y Linux) progresan bastante (siguen progresando), cada 6 meses.
Y no es que odie Windows. A pesar de todas las decepciones. Decepción tras decepción ha sido.
(*) Habría escrito en mi corazón, o en mi corazón y también en mi disco duro, pero mi mujer se pondría celosa. Más aún con eso de tenerlo compartido(**).
(**) Mi mujer dice que me entiende, que si no lo hiciera no estaría conmigo y que me deja escribirlo(***).
(***) Este es el primero de una serie de divagaciones sobre libertad, apertura, software, Linux, Windows, amores, odios y demás.
Actualización para ir poniendo al día los artículos de esta serie:
La interfaz lo es todo
Los linuxeros somos especiales
No todos